CHARCO
La rebelión de los forajidos
en "Breve Historia de la Movilización Popular en Quito",
de Manuel Espinosa Apolo, extraído del libro Memorias del 30S.
Entre las marchas ciudadanas de la coyuntura comprendida entre 1996 y 2005, sin duda, la que adquirió mayor relevancia política y significación histórica, por la cantidad de ciudadanos que convocó, la intensidad y perseverancia de la participación ciudadana y las innovadoras formas de protesta que incorporó, fue la autodenominada “Rebelión de los Forajidos”, acaecida entre febrero y abril del 2005.
El nombre de “forajidos” surgió a raíz del apelativo que el mismo presidente Lucio Gutiérrez les dio, el 14 de abril, a un grupo de 100 ciudadanos aproximadamente, que luego de participar en el primer cacerolazo autoconvocado que reunió 5000 ciudadanos en la tribuna de los Shyris, la noche de 13 de abril, decidió dirigirse a la casa de Gutiérrez para continuar con la protesta. Al día siguiente, el presidente de entonces, declaró ante la prensa de que se trataba de “forajidos que fueron a atacarme en mi domicilio”. A partir de entonces, fueron apareciendo miles de carteles pegados en los automóviles en los que se podía leer: “Yo también soy forajido”. De esta manera, el término que pretendió descalificarlos, empezó a ser utilizado como referente identitario de todos quienes se manifestaban en las calles pidiendo la salida del Coronel Gutiérrez.
A partir del día 15 de abril el término “Rebelión de los Forajidos” se adoptó definitivamente, aunque el levantamiento ciudadano al que aludía dicho término, había empezado en febrero, en la multitudinaria marcha del día 16. En esa ocasión, más de cien mil personas se manifestaron en el Centro Histórico de Quito para protestar contra la decisión de la espuria Corte Suprema de Justicia – nombrada de manera ilegal y arbitraria por el mismo Gutiérrez unos meses antes – de anular los juicios del Estado contra Alberto Dahik, Abdalá Bucaram y Gustavo Noboa. Como bien destacaría Alberto Acosta en un artículo escrito por aquellos días, a los seudo-jueces nos les importó que Alberto Dahik en su calidad de vicepresidente del país no haya podido explicar el gasto de 4 millones de dólares en calidad de “gastos reservados”; ni los 3,5 millones de dólares que en el día mismo de sua caída y antes de huir del palacio presidencial, Abdalá Bucaram sacó en 11 costales. Tampoco mereció la atención de aquellos magistrados el hecho de que el presidente Gustavo Noboa – substituto de Jamil Mahuad – hubiera dirigido una negociación de la deuda externa, que resultó nefasta para el país puesto que se hizo con el único fin de favorecer a los tenedores de los bonos global.
A raíz de entonces, las capas medias quiteñas salieron a las calles para pedir la salida del Coronel Lucio Gutiérrez, quien engañando a los electores, con la complicidad de ciertos dirigentes indígenas, se hizo pasar por un lider progresista y de izquierda, cuando en realidad, inauguró – como bien destaca Fernando Hidalgo Flor – un gobierno sujeto a los dictámenes de Washington para la región Andina, involucrando al Ecuador cada vez más en el programa militar proimperialista denominado “Plan Colombia” y alentando entusiastamente el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos que solo iba acarrear perjuicios para los productores ecuatorianos.
A pesar del carácter masivo y la persistencia de la protesta social, esta no fue tomada en cuenta por la mayoría de los grandes medios de comunicación que habían ayudado al nefasto coronel a llegar al poder. Ante esta situación de desinformación de lo que estaba sucediendo en Quito, la emisora radial La Luna, con una trayectoria a favor de la comunicación popular y participativa, se convirtió en el medio a través del cual se canalizó el reclamo ciudadano, convirtiéndose en caja de resonancia y de coordinación de la indignación social. A través de dicho medio, los ciudadanos se autoconvocaron e inventaron nuevas e innovadoras formas de protesta social que se realizaron en las noches del mes de abril en casi todos los barrios de Quito como los “cacerolazos” (golpear ollas), el “reventón” (reventar globos), el “tablazo” (golpear tablitas), el “rollazo” (salir con papel higiénico símbolo de limpieza de la suciedad e excrecencias), el “golpe de estadio” (protestas en los estadios), el “basurazo”, el “escobazo”, etc.
El 15 de abril el gobierno decretó el estado de emergencia en Quito y cesó por decreto a la misma Corte Superior de Justicia que había conformado sin tener autoridad para ello, intentando salvar la situación. Acciones que evidenciaron la falta de escrúpulos del régimen, por lo que las manifestaciones se agudizaron, continuando diariamente a pesar de la represión policial. Las marchas ciudadanas alcanzararon su punto álgido el 19 de abril, noche en la cual, miles de ciudadanos se reunieron en el parque La Carolina y avanzaron hacia el Palacio de Gobierno exigiendo la salida de Gutiérrez. En la mañana del 20 de abril la indignación ciudadana se incrementó cuando contingentes de la clientela del régimen, procedente de la Amazonía, pretendió llegar a la ciudad para ayudar a reprimir las manifestaciones. Al mismo tiempo, los alumnos de primaria y secundaria, que por orden del Ministerio de Educación, habían sido enviados a sus casas al suprimirse las clases, se sumaron a la protesta ciudadana. En esas circunstancias, las fuerzas del orden se vieron desbordadas y la desesperación cundió en el gobierno, al extremo que ciertos mercenarios del régimen, parapetados en el Ministerio de Bienestar Social, empezaron a disparar a los manifestantes. En dicho clima de agitación social y ante la posibilidad de que se produzca un derramamiento de sangre generalizado, las Fuerzas Armadas dicidieron retirar el apoyo al presidente Gutiérrez, con lo cual este tuvo que salir de la casa presidencial. Posteriormente, el Congreso Nacional declaró vacante el cargo de presidente constitucional en base a la figura de abandono y procedió inmediatamente a posesionar al vicepresidente Alfredo Palacio. Sin embargo tal decisión no gustó a los manifestantes que pedían que “se vayan todos” en alusión a los viejos políticos, por lo que cercaron el palacio de CIESPAL en donde se habían reunido los congresistas. En ese momento muchos diputados fueron atacados por el pueblo durante algunas horas y al parecer algunos infiltrados, seguidores de Gutiérrez, pretendieron linchar a Alfredo Palacios. Faltó poco para que lo lograran, pero entonces el ejército decidió intervenir y rescatar al nuevo presidente, con lo cual llegó a su fin el gobierno del coronel Lucio Gutiérrez.
La rebelión de los forajidos, se explica por la crisis de los partidos y de las organizaciones sociales de izquierda, pero también por el desgaste de los denominados movimientos sociales, todo lo cual llevó a que los simples ciudadanos asumieran la protesta popular y ensayaran nuevas formas de acción colectiva. En efecto, la manera de protestar a partir de entonces, difirió de las convocadas por las organizaciones y movimientos sociales, así como la de los partidos políticos. Por ejemplo, los participantes se autoconvocaron utilizando los nuevos dispositivos de la comunicación: ya sea a través de llamadas directas a la Emisora Radial “La Luna”, por celulares o Internet. Asimismo, las tácticas y símbolos utilizados procedieron de la vida cotidiana, como las cacerolas, el papel higiénico o consignas y gritos a la manera de las barras de fútbol, entre las que habría que destacar: “yo también soy forajido”, “no queremos y no nos da la gana/ de ser una colonia norteamericana”, “Lucio te jodiste/ con Quito te metiste”, entre otros. En las intervenciones radiales, los participantes acuñaron frases como “lo que no defendemos ahora, merecemos perderlo”, “la democracia no es de espectadores es de actores”, “Ninguno de los que venga debe pertenecer a un partido político, porque eso pervierte todo”. Además y a diferencia de las huelgas y los paros, se utilizó la noche para realizar las protestas y así no interferir con los horarios de trabajo. Al mismo tiempo, nuevos espacios públicos de la ciudad se tornaron referentes de la protesta ciudadana como fue el caso de La Tribuna de los Shyris, que sirve hasta el día de hoy, de lugar de convocatoria y expresión del descontento y de reivindicaciones sociales.
En conclusión, cabe afirmar que entre 1997 y el 2005, la movilización ciudadana impulsó y exigió una reforma social y política del país que pasaba por la refundación del Estado; requerimiento histórico que le fue conferido a Rafael Correa en las elecciones de 2006 y del 2009. De ahí que gran parte de aquellos ciudadanos que recurrieron a las calles para hacer escuchar sus reclamos y demandas a fines del s. XX e inicios del s. XXI, fueron quienes volvieron a salir a esas mismas calles de Quito para ofrecerle su respaldo y defender su gobierno, cuando una oscura conspiración ideada por las fuerzas más reaccionárias del país, pretendieron defenestrarlo el 30 de septiembre del 2010, intentando un repudiable magnicidio.